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Pieles unicos ropajes de la prehistoria |
La aparición de la ropa y las pieles en el hombre
Venimos al mundo sin ropa, despojados de pudor y vergüenza a
las miradas, a las críticas.
Sin saberlo, ya nos espera un guardarropa de
colección creado para exponernos bien y recordarnos de paso que somos de esta
civilización avanzada, no de la primitiva.
¿Pero sabemos por qué y desde cuándo
cubrimos el cuerpo?
Si Adán y Eva vivieran, yo sería la primera en hacerles
esta pregunta, después de preguntarles con qué sujetaron las hojas que usaron
como taparrabo, claro.
Realmente no sé si la piel sabía que algún día habría de ser
cubierta, pero sin duda, la ropa encontró el territorio perfecto para instalar
su industria sobre ella.
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Pieles |
Se dice que una de las primeras razones por las que el
ser humano ideó la vestimenta, fue para resistir el frío.
Las frías noches lo obligaron a convertir las pieles de los
animales que cazaba, en material de abrigo, y prácticamente de supervivencia.
Poco a poco, fue capaz de portar las piezas de forma
autónoma, es decir, que las mismas le permitieran utilizar las manos y los pies
libremente.
Primeros retazos de ropajes en la edad antigua
Entre el 2 600 y el 2 400 a.C., existen registros de túnicas hechas
con mechones de ovejas en Babilonia, las cuales eran portadas indistintamente
por hombres y mujeres.
Al parecer, las diferencias por sexo al vestir fueron
marcadas en el antiguo Egipto.
Surgieron las telas de lino semitransparentes
para las mujeres y los shenti, esas piezas en forma de falda que cubrían el
cuerpo del hombre desde la cintura.
En esos tiempos, aún no se ocultaban de
forma evidente los senos de la mujer, ni los genitales en general.
Al
contrario, las transparencias fueron diseñadas para que ciertas partes del
cuerpo fueran ligeramente visibles y le proporcionaran un matiz de sensualidad
a la mujer.
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Edad antigua |
Para completar el atuendo de la belleza, se sumaban
innumerables cantidades de accesorios y joyas,
que también cumplían con el
propósito de vestir.
Más tarde, en Grecia, fue creada la pieza de ropa más
decorativa y elegante que se podía usar en esa época: el chitón, el mismísimo
que se quitó Afrodita para deslumbrar a París con su bella desnudez. Era un
traje abierto por uno de los lados que dejaba al descubierto los muslos.
En ese
tiempo, nadie usaba ropa interior, sin embargo, los grandes ropajes, servían a
veces para sostener el busto de las mujeres y para «proteger» la zona genital
en ambos sexos.
Fueron los romanos quienes reglamentaron el uso de vendas
para cubrir los genitales, especialmente los de las mujeres.
Rápidamente, estas
piezas se convirtieron en elementos eróticos, y para las cortesanas fueron de
uso obligatorio en la generación de placer.
Luego llegó la Edad Media con el
surgimiento del calzón de castidad, un objeto ideado por las mentes celosas de
los hombres de esa época, quienes navegaban por la doble moral, entre recursos
de control marital y desahogo sexual con prostitutas.
La evolución de la desnudez
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Ropa en la edad media |
El repaso del tiempo deja al descubierto el significado
variable y evolutivo de la desnudez, así como la necesidad misma de cubrirla (o
mostrarla).
Lo que alguna vez sirvió para protegernos de los embustes naturales
de nuestro planeta, adquirió poco a poco funciones decorativas y
embellecedoras, hasta provocar impulsos de lujuria masculina, cuya
responsabilidad ha reposado en la mujer desde entonces.
Pues bien, si la ropa terminó siendo la principal manera de evitar erecciones masivas,
¿Por qué el hombre la siguió usando?
¿Sería fácil para él
abandonarla si ese fuese el nuevo código social?
Me cuesta pensar que así
sería, aunque conservo mis dudas cuando veo cómo muchos hombres en medio mundo sellar las calles con su orina frente a cualquiera.
Se viste por vanidad. La aparición de la moda
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La aparición de la moda |
Pero debo admitir que la
verdadera culpable de nuestra actualidad es la moda.
Con pudor o sin él,
nuestro cuerpo se viste hoy en gran parte por vanidad.
A veces también movido por el miedo a ser penetrado sin
permiso, a veces por miedo a resultar ofensivo.
Lo cierto es que continuamos
bailando entre paradojas, luciendo nuestros mejores trajes y al mismo tiempo,
tratando de desnudar el alma para ser reconocidos como realmente somos.
Tal vez pronto podamos encontrar una relación armónica entre
ambas caras, la de la adentro y la de afuera, con o sin ropa.